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VIVIR EN LA LUNA

Actualizado: 20 sept 2020

Habían sido dos semanas estirando el tiempo como chicle, gozando a rabiar cada segundo de casa, family, amigos, calles.... Comimos y reímos como posesas. Nuestra felicidad tenía un nombre, M.A D R I D. La ciudad alegre, la que nunca duerme, la de gentes celebrando por donde quiera vayas. Luces, gentío, tiendas, ruido, anuncios en pantallas.... OS EXTRAÑABA!! Las Navidades sentaban genial a unas calles que nos recibieron vestidas de fiesta y borrachas de alegría,


Luna era una bendición, con sus porqués y sus definiciones de vida, con su ética y sus valores tan claros que me obligaban a filtrar los míos a través de sus espejuelos y penetrar en su realidad mágica. Todo tenía un porqué especial para ella...hasta que Madrid, nos recibiera con frío y cielos tapiados por nubes y nos dijera adiós con un sol pletórico y juguetón, tenía su explicación....


Mami, el sol estaba escondido en nuestra maleta.... 

Diossssss que linda!! A sus cuatro años, Luna era un cóctel especial de sentimientos y fuerza de raza, aderezado con unas cuantas gotas de la melosidad, que empleaba con una habilidad difícil de igualar: ojos almendrados, piel color cartucho –sello de calidad de las mulatas-, sonrisa de boca enorme y dientes blancos perfectos, heredada de su papá, tirabuzones negros cayéndole en cascada sobre los hombros y un cuerpo fibroso que crecía lindo fuerte, caparazón de un alma, limpia, generosa y un grandísimo y bello corazón, que como madre me daba terror que se lo partiesen.


Por las mañanas pateábamos las calles hasta desgastar suelas.  Entrábamos en todos los comercios. Queríamos ver todo, comprar todo.... Resultado: Unos maletones pesados como el cemento, que, no se cómo, conseguimos facturar sin pagar exceso de equipaje.  Ese arte no lo dominaba .... ¿Qué llevar, si todo nos resultaba necesario? Facturé las cosas más inverosímiles:  Entre ropa y calzado acomodé los regalos para la gente de casa, para los compis y los amigos, para los padres de algún amigo, y para el amigo del amigo...., encargos para la gente de casa, de los compis y amigos, y para los padres de algún amigo, y para el amigo del amigo... junto con lo juguetes que los  Reyes habían traído a Luna, cremas de cuerpo, cepillos, varios tubos de pasta de dientes, repelente, peines, piezas de carro, chorizo, jamón y queso envasado al vacío, pastillas de caldo, champú, esponjas de cocina y de baño, un grifo, millón de medicinas, dos sartenes con un buen teflón, alargadores de corriente... en fin, el mar....  


Conforme nos instalamos en los asientos, mi hija se plegó como un ovillo debajo de su manta de viaje, mientras murmuraba “mami, te quiero”, algo que decía de forma mecánica, sin pensar y que a mi me provocaba miles de gracias a la vida por darme tanto. Justo cuando se quedó dormida rugieron motores y el estómago me dió un brinco, a la vez los oídos se entaponaron.  Mastiqué con fuerza el chicle, mientras la altura de nuevo aumentaba . El avión se tranquilizó y, yo me metamorfosee en el asiento intentando asumir nueve horas de vuelo con la mayor relajación posible. Me las prometía muy felices mientras ajustaba el cinturón. Convencida de que recordar era volver a vivir, busqué en mi memoria las anécdotas más divertidas y tiernas de esas vacaciones,  como hilo conductor para un regreso, aunque fuera en sueños, a Madrid y a mi gente.... pero eché un vistazo a mi alrededor, y supe que ese regalo no lo habían puesto en mi camino...



La aeromoza  repartiendo auriculares, el adolescente que no podía empacar sus piernas en el espacio y clavaba sus rodillas en mis riñones, una pareja separada por  el  pasillo, discutiendo como si les fuera la vida en ello,  un pasajero que lanzaba miradas envenenadas, por no gozar de unas condiciones mínimas para  leer el periódico,  quienes tenían sed, quienes querían ponerse a ver la película y no les funcionaban los auriculares y echaban pestes sobre el servicio de la compañía....  hasta me tocó en suerte un grupito de amigos que no les había tocado volar juntos y decidieron reunirse, y ¿cuál fue el punto escogido? un par de asientos  delante  de los que Luna y yo ocupábamos....  

Creyendo que no iba a poder pegar ojo en el vuelo, traté de relajar, mientras con la mano derecha acariciaba lo único mío de este mundo, por lo que valía la pena luchar. Luna emanaba paz por los poros y, de alguna manera, me contagió esa paz y quedé dormida. No se si los pasajeros se calmaron o , si mi cansancio fue quien me llevó al mundo de Morfeo, pero, como lo había planeado viajé nuevamente a esas Navidades lindas, las más lindas disfrutadas en años....





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