Mucha gente pequeña,
en lugares pequeños,
haciendo cosas pequeñas,
PUEDEN CAMBIAR EL MUNDO
(E. Galeano)
Llegamos al fin de semana… Energizada, libre, con el tiempo como aliado, marché a patear La Habana. Había cerrado la puerta de la casa cuando una idea me asaltó y regresé de nuevo. Haciendo un guiño a Sofía, tomé el cuaderno de notas y un bolígrafo. La provocaba, yo sabía que la provocaba… Guiada por mis pasos llegué hasta el Malecón y no me coloqué mirando al mar, sino, como una más de sus habitantes, me senté frente a La Habana, saboreándola, impregnándome de ella. El Malecón me agitaba la mente y extraía pensamientos que alimentaban mi disco duro…
Una oleada de personas tomaron por asalto el gran muro: grupos de estudiantes, chavales que querían pescar, enamorados que querían gozar. Blancos, negros, amarillos, altos, bajos, gruesos, delgados, jóvenes, viejos… “bulto de gente tan dispar y tan cercana” – pensé - encaminando la mirada entre calles y edificios. De un golpe comprendí quién era esta ciudad que tanto disfrutaba y comencé a derramar chorros de tinta sobre papel con furia y fuerza, como si en ello me fuera la vida:
…lo mejor y lo peor de La Habana es la propia esencia de su gente. Ella es el reflejo de sus secretos. Hasta sus orillas llegaron hombres de distintos colores, formas y tamaños. Todos dispares, tan variopintos. Distintas raíces se mezclaron y dieron a luz este pueblo, que bebió pluralidad en su crianza. El mestizaje es su señal de identidad. La carga de luz, energía y vida que amamantaron a su ser, seguramente, fue la marca que Cuba les dejó de por siempre y de la cual se sienten orgullosos. Escandalosos, pasionales, sensuales, locos. Medida y mesura no son cualidades cubanas. Musicalidad, originalidad, búsqueda de creación y de estilo propio son su sentir. Viven de puertas a la calle y dejan sus miserias en el interior de sus viviendas…
(Cuaderno de Sofía, 5 de julio de 2009)
La Magia de la Otra Cara del Mundo_ Susana Monis
