¿Lo de INÉS Y YO?....
Una historia normal... quizás demasiado normal,
para que fuera especial, para que fuera eterno
Nos conocimos en casa de un amigo común, Carlos, y a la semana, coincidimos en el cumpleaños de Cheli, la prima de Ralf, Salía de una relación que me había dejado tocado . Inés era una morena bajita que no estaba mal y le abrí la puerta al destino. Un par de cines, un concierto y nos hicimos pareja. No se lo que Inés vió en mi.... Quizás era lo menos malo de lo que en ese momento conoció, o el escalón más cercano al planeta donde deseaba vivir. Ninguna de esas razones tenía el peso suficiente para unir vidas, pero una cosa llevó a la otra, y en nada compartíamos con las familias y éramos oficialmente pareja.
El tiempo vuela. Pocos meses después, Inés y yo fuimos invitados a un festón que organizaba por su cumple mi hermano mayor. A ese maestro de las finanzas le debía todo, El me crio cuando murió mamá, pero odiaba esas exhibiciones de poderío entre pavos reales que eran esas celebraciones. Hubiera preferido algo en "petite comité", pero con Julio eso era imposible. Estaba claro:
DOS HERMANOS, DOS FORMAS DE VIVIR...
Yo era el bohemio de la familia, la oveja descarriada, y Julio un triunfador, que usaba cualquier excusa para organizar fiestas de altura, que a su vez le proporcionaban contactos de altura, para seguir aumentando la "altura" de su imperio....
Conforme llegamos, el ambiente succionó a Inés, quien, sentí con dolor que brillaba mil veces más aquí que en nuestras rutinas. Sin embargo, yo, al ratito de estar, sentí que me asfixiaba, y con la excusa de dejar el casco de la moto, salí huyendo, dispuesto a refugiarme, como cuando era pequeño, en el piso de arriba, para observar a vista de pájaro. Conforme subía las escaleras mi morena de grandes ojos y facciones extrañas, no vino tras de mí, sino que ocupó el puesto de cuñadísima y agarrada del brazo de la mujer de mi hermano se zambulló en la fiesta. Conté cuatro camareros enfundados en blancos uniformes y un centenar de invitados. De forma inconsciente busqué mi cámara que, con las prisas se había quedado en casa. Hubiera muerto por tirar aquel fotón
Hombres de mediana edad, formaban una pasta homogénea con abundantes tropezones de rubias, morenas, pelirrojas, envueltas en trajes cortos o largos, con melenas al viento o hermosos recogidos. Cada cual substanciaba un guiso que a los ojos del mundo era una auténtica “delicatesen”, del que yo, aún cociendo en la misma cazuela, no sentía formar parte.
Al ir a dejar el casco en la habitación, choqué con el espejo que me devolvió no mi imagen, sino una absurda y patética caricatura. Me acomplejé. Sin mi cámara y embutido en la ropa que Inés había elegido, y que mi hermano había celebrado, no me sentía yo. Me agobie y mucho, porque si seguía cediendo, terminaría luciendo el look de ellos, hablando como ellos, sintiendo como ellos. Se me montó el loco, ese que me había salvado de tantas, e hice lo que seguramente tocaba hacía tiempo.....Me aflojé el nudo de la corbata volvi a coger mi casco y a bajar las escaleras. A mi hermano me le acerqué y al oído le dije....HABLAMOS... El me conocía tan bien, que no intentó retenerme. Estoy seguro que ni Inés ni nadie notaron mi marcha. Sin hacer ruido volví por el sendero de abetos. Mi moto me esperaba fuera. Nada más meter la llave, arrancó, Ella si que nunca fallaba….
Y marché en busca no sólo de mi cámara de fotos, sino de mi vida, la de verdad, esa que sentía había dejado aparcada. En la radio sonaba REBAJAS DE ENERO un tema de Sabina que parecía preparado para la ocasión... Cuando llegué a eso de "emociones fuertes, buscarlas en otra canción" la letra se me atragantó,. Pisé el acelerador mientras cambiaba de emisora, NEGANDOME A QUE PRECISAMENTE ESE TEMA FUERA LA BANDA SONORA DE MI VIDA.

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