Carlos mira el reloj. Sara espera... Se despide, a golpe de gesto, de su gente y, empujado por buenas vibras y una seguridad que ralla la inconsciencia, aprieta el paso. Los nervios se alían con el destino, juegan a su favor, y le proporcionan un extra de adrenalina. Burlándose del sol, le juega a las escondidas y a sus pies le crecen alas. Y no es para menos....
Príncipe de su propio cuento, su energía contagia a todo lo que toca. Queriendo avanzar, abandona las avenidas y acorta por las estrechas calles del viejo Madrid donde Charli se mueve tan bien. Se sabe en territorio amigo y conforme coge velocidad, su pensamiento regresa a Sara, siempre Sara... Sólo imaginársela y una necesidad imperiosa de sonreír se apodera de él. Se siente tan afortunado, y cuando eso sucede... en algún libro había leído, que el Universo conspiraba para ayudarle... Y era cierto. Incluso los cascarrabias semáforos, maestros en el arte de generar exasperantes parones, se convierten en cómplices y le premian con luz verde, acelerando el reencuentro. Ellos también saben lo que hoy va a suceder...."
Texto: TRIANGULO SINGULAR_Susana Monís
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