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EL REGALO DEL CONTADOR DE CUENTOS

Actualizado: 11 sept 2020

... Sin titubear, el contador de cuentos, me entregó aquel papelito....Eran cuatro pensamientos que en una primera lectura semejaban un rico y jugoso juego de palabras. En un segundo repaso, creí entrever la filosofía de una mente positiva.  Luego vino un tercero, cuarto y quinto. No me podía borrar de la mente las reflexiones de aquel contador de cuentos.  Presintiendo que algo se me escapaba, lo leí mil veces, en un intento de memorizarlo para entenderlo. 



          DICEN LOS VIEJOS que hay que beber de sangre joven para hallar la fuente de la juventud, la energía para el cuerpo, pero ningún viejo del mundo, ningún sabio curtido por la experiencia te dirá que quien busca la fuente de la juventud encuentra la fuente de la vida.  Las voces del ayer saben muy bien que la experiencia y la madurez son sinónimos de búsqueda de camino, que el desgaste en nuestra mirada y las arrugas del rostro son las señales externas de esa búsqueda. 
 
Dicen los viejos que la juventud se va en un soplo; que la vida cuando la intentas buscar no la encuentras, que debes disfrutar cada tramo de tu camino, porque tanto si lo vives como si no, se te va a escapar de tus manos.  
 
          DICEN LOS AÑOS que no hay que temerlos, que simplemente hay que vivirlos. Si cada vez que existe un obstáculo en el camino consigues encontrar el sendero correcto para continuar la marcha, si cada vez que nos atoramos encontramos el hueco por donde colarnos, salimos fortalecidos y, mientras el cuerpo se va marcando, el alma se convierte en tu fuerza de vida.  
 
Dicen los años que estos no pesan, que se convierten en experiencia de vida y conforman a los sabios viejos...
 
          DICEN LOS SABIOS VIEJOS, que cuando el alma sale victoriosa del camino de la vida, es entonces cuando debe emprender otros caminos de perfección, en nuevos mundos, quizás en nuevas galaxias.
  

Nunca imaginé que aquel papelito que aún sigue en mi poder, me hiciera, de algún modo escribir la historia de su dueño, y menos que , años después, yo hiciera mis pinitos, y no sólo me atreviera a escribir sus cuentos, sino que también escribiera los míos. Los míos, propios.


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