Mi homenaje a la Sofía que todos llevamos dentro. De su mano me colé en el universo de los sentidos. Perdiéndome entre calles, atrapé el latir de mi ciudad. Aprendí a disfrutar Madrid. Saboree cada minuto en un mundo donde el alma es fácilmente asfixiada por las prisas. Capturando anónimos detalles, transformándolos en cuentos, emergió Sofía y yo me dejé arrastrar. Cuando decidí vivir en La Habana, tuve la sensación de que dejaba atrás a mi compañera. Sin embargo, escondida entre bultos, viajó como polizonte. No reapareció hasta tomar el pulso de la Isla. Ser aceptada por la ciudad y no vivirla como turista fue un proceso largo y duro. Y volvimos a gestar relatos, y el día a día, a cobrar sentido.
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