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SECRETOS ENTRE TEJAS

Foto del escritor: Susana MonísSusana Monís
No pierdas de vista las raices, 
LO QUE NO SE VE, es LO QUE NOS SOSTIENE

Yo pertenecía a una azotea,  sujeta a horcajadas de un viejo caserón que cargaba siglos de vida entre pecho y espalda.  Sus miles de achaques necesitaban constantes cuidados y atenciones.  No seguía modas,  reticente a vestirse con la sofisticada tecnología que nos atrapaba.  Tantas veces le propusimos instalar un ascensor, tantas veces se negó, alegando goteras, vigas podridas, pilares partidos en su maltrecho cuerpo. Por respeto, sus habitantes acatamos sin chistar caprichos de viejo, atajando exclusivamente sus dolencias de quirófano.  Sus reparos a modernizarse, criticados en el ayer, son ahora entendibles: no se trataba de pesadeces propias de la edad, el Viejo Cascarrabias protegía a la vieja y decrépita escalera.  En sus descansillos, los vecinos retábamos al tiempo. Tomándole su medida, montábamos casuales charlas, largas, sin especial contenido, que crispaban nervios a relojes y cronómetros. En su interior se creaba la energía que le había mantenido erguido durante décadas,  con sus constantes vitales trabajando a todo gas.

 

Subida a su chepa, pegadita a la oreja, escuchaba el latir del mundo.  Su cima era mi reino.  Generación tras generación fuimos habitando aquella mágica azotea.  Guardaba secretos de mis padres y de los padres de mis padres que se incrustaban entre las tejas y, en  los días de aire, el viento me los soplaba.  Los amigos venían tanto a trabajarla como a disfrutarla.  Quien asomaba su curiosidad a mi diminuto planeta, caía desplomado.  Joven, viejo, español, extranjero, con plata o sin ella, sucumbían.  Fue por ese entonces, saboreándola a corazón abierto, cuando  descubrí  a Sofía. 

 

La Magia de la Otra Cara del Mundo_Susana Monís









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