Agosto “El Duro” disparaba sobre la Habana chorros de aire caliente obligando a sus habitantes a luchar contra el enemigo público de esos días: El insomnio. Aquel fantasma invadía hogares y saturaba noches. Puertas y ventanas se abrían de par en par, luchando las condiciones necesarias para que el sueño regresara y se instalara de forma permanente. Mientras penetraba el aire y refrescaba el ambiente, jóvenes y viejos, en pasillos o puertas de las casas, ponían buena cara a la noche. Chascarrillos susurrados en penumbra, chismes de la cuadra, chistes de pinareños, salían de sus bocas, hasta que el cansancio se convertía en el amo de la noche. La madrugada rendía a los rezagados. Difícil comprender cómo esa gente, al día siguiente, levantaba al llamado del estridente despertador, y luchaba por un nuevo día, enfundándose los uniformes de trabajo y la mejor de sus sonrisas. En las casas, funcionando a todo gas, ventiladores prehistóricos, construidos con el motor de lavadoras rusas, competían con otros más modernos.
Algunos formábamos parte de esa casta privilegiada que poseía un aparato de aire acondicionado. El mío hacía un ruido de madre, pero, con él, hasta los pingüinos pasaban frio . Sin embargo, la oscura irrealidad en que nos sumía los apagones que golpeaban con mayor fiereza que de costumbre, no entendía ni de privilegios ni de castas. Los aparatos eléctricos de la casa se quejaban de su maltrato. El televisor nuevecito de paquete que me traje de España, no llevaba nada bien esos desesperantes cortes de luz y empezaba a sentírselo, dando sus primeros problemas. La nevera, el lunes pasado, no tuvo fuerzas y se tiró al abandono, dejando marchar al frío, exigiendo un buen mantenimiento para seguir su trabajo. Adiós carne, pescado y verdura acumulados para el mes. Me preocupaban los síntomas. Llegaban malos tiempos…."
Fotografía Jorge Oller_. Festival de la Juventud_La Habana (Cuba)
Comments