Aunque los años le habían encorvado y robado unos palmos de estatura, siempre le llamaron “El Largo”, y a mi, por ser una lapa pegada a él, desde chica me conocieron como su “Pizca” , "La Pizca del Largo". Ser tan mágico como cabezota, sobrante de genio e ingenio y con una imaginación desbordante, quien fue mi "DIOS" toda mi infancia. , Un"dios" tan humano...
El Largo era impredecible.y contradictorio. Vivía fuera de norma. Primitivo en sus manifestaciones y tosco en sus formas,. No soportaba nuestras malcriadeces y sin embargo él era malcriado. Posesivo en sus relaciones, desbordaba generosidad con los amigos, o incluso con los desconocidos y un altísimo grado de exigencia con los suyos. Su ánimo era cambiante. Pasaba de ser el hombre más feliz del mundo al más desgraciado con una facilidad asombrosa. Un insignificante detalle le podía amargar el día y, de paso, hacernos un yogurt el nuestro. Tanto con mis hermanas como conmigo, a las buenas, era un auténtico caramelo, pero a las malas...
Del él me mataba algo que poquita gente posee: Era un generador de energía, de proyectos, de vida.., Nació así. Su mundo interno llenaba cualquier espacio. Una reunión o un silencio tomaban sentido en su presencia. ¡Ojalá ese don se transmitiera por genes!. En alguna vida pasada tuvo que aprender ese “no se qué” que le hacia ser buscado por los amigos y atractivo para los desconocidos. Perros y gatos le adoraban y, hasta las plantas, reclamaban su atención y se ponían bellas con sus cuidados.
Estoy segura que, a pesar de que nos dijo adiós hace más de diez años, él sigue aquí, entre nosotros, No morirá mientras no lo haga su esencia que era pura energía y regó en la casa, entre quienes le amábamos y entre los que casualmente compartió. Esto yo lo se de siempre... Por eso sigo considerándome su Pizca, la Pizca del Largo...
Fragmento de "LA PIZCA DEL LARGO"_relato de Susana Monís
A mi padre, en su presencia y ausencia
