Ahora que me siento tan cómoda en “la Blanca” y que disfruto de ella como si fuera mía, unas gotas de lluvia tranquila, serena, tímida, tocando suavemente los cristales de mi ventana, me devuelven la mirada a Madrid. Va a resultar duro arrancar a Sofía de estas calles. Difícil emprender el camino de regreso. Cuando lo inicie, no marcharé con prisas. El equipaje lo prepararé despacio con mucho cuidado. Es muy engorroso seleccionar entre lo aprehendido cuando las maletas son pequeñas y lo vivido intenso. Desempacaré mis cosas, ordenaré los recuerdos, para de nuevo en mi azotea, hacerle un largo cuento. Sofía, como regalo de Reyes, me dictó las primeras palabras de ese relato. Me entregó la clave para desenrollar esa maraña nostálgica que se entreteje cuando te pueblan las dos caras del mundo…
Habían pasado meses desde que me instalé en el nuevo Continente. La Habana tenía la culpa… Hembra como las de antes. Tan singular como poderosa. Energética. Habitada por una misteriosa dama de alta alcurnia anclada en el ayer. Sus sensuales caderas danzaban fogosas, pasionales, a un ritmo único, fuera de partitura. Espiritual y sensual, musical e intelectual, bella y decadente…
(Cuaderno de Sofía,6 de enero de 2009)

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