Me declaro aprendiz en el arte de dejar atrás la prisa, valorar el tiempo, escuchar con paciencia a mi hija… Y es que ellos me mostraron que la vida es un disfrute de lo cotidiano. Extraer el néctar de aquellos días que nadie marca en el calendario, imprimirles la fuerza y la pasión con que se celebra “el especial”, marca la diferencia entre saber vivir o quemar nuestro tiempo.
Hoy, al volver la vista atrás, brindo por los días no señalados con el dedo en el calendario. A ellos, que me hacen levantarme con ganas, que me hacen pisar con fuerza cada minuto de vida. A ellos, que me conducen a los grandes. Porque los grande sólo son GRANDES según la bomba insuflada a los pequeños. Los unos son el final de una obra realizada con el trabajo de los otros. Porque los momentos estelares son el reflejo de los que les precedieron. Porque a esos días especiales los encumbraron los anteriores “sin nombre” y nos remiten a un camino repleto de otros días futuros que llegarán a ser tan intensos como las fuerzas del alma me dejen imprimir en ellos.
Alzo mi copa y brindo por la rutina, por su labor silenciosa. Por los sin nombre. Por esa mayoría que marca la diferencia.
Homenaje a los SIN NOMBRE_Susana Monís

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